Sigmund Freud comenta un pasaje de “La pérdida de Alhama”, cuando el rey Boabdil se lamenta por la caída de la villa a manos de los castellanos (1482), “cartas le fueron venidas que Alhama estaba ganada; las cartas echó en el fuego y al mensajero matara”. Freud llamó “matar al mensajero” al mecanismo de defensa para evitar afrontar lo insoportable. Además, señala, el sultán de Granada, ganado por la impotencia, se lanza a una exhibición pública de fuerza (estéril): quemar papel y sacar la espada.

Las propuestas de Francisco Sagasti publicadas en La República dieron pie a reacciones diversas, las hubo airadas que apuntaron no a sopesar la viabilidad de aquellas, sino a la persona del político o a los yerros cometidos en su gestión. Con esta operación que amalgama persona, palabras, hechos y circunstancias, se evitaba discutir el fondo. Yendo por esa lógica tampoco se podría abordar por ejemplo el proyecto velasquista porque bajo ese régimen la represión policial cobró tristemente la vida de estudiantes huantinos en 1969. Por si acaso, no se propone un símil de figuras políticas y menos pasar por alto hechos luctuosos que son materia de investigación, sino destacar la importancia de abordar con seriedad las ideas, sean de raigambre nacionalista, socialdemócrata, etc., y el fondo del asunto planteado en estos días: el entrampamiento político.

Sagasti no es el primero en hacer un llamado a buscar una salida democrática e institucional a la crisis, ya lo hizo la Coordinadora Nacional de DDHH hace tres semanas. Pero sí es el que mayor cobertura ha tenido en medios, entre la ciudadanía y un sector de la clase política. Se puede coincidir o no con las propuestas del expresidente (sin convergencia política y gente en las calles parecen horizontes todavía distantes), aunque es innegable que ayudó a instalar la discusión. Reconocer que nos encontramos en un entrampamiento político permite pensar en salidas posibles, que sean tangibles para la gente. Y notificar a la clase política.

“Matar” al mensajero Sagasti o ignorar a la Coordinadora Nacional no disipa el miasma político. No hay nada peor que el inmovilismo que conmina a aguantar porque “es lo que hay” o porque el piso se puede mover. Es incomprensible que políticos pidan a la ciudadanía que deje de pensar en términos políticos.

Una esperaría entre los interesados en sostener el asediado mandato presidencial un apuntalamiento del Acuerdo Nacional, hoy postergado ad infinitum por Vladimir Cerrón. O, al menos, iniciativas de convergencia política para forzar la salida del ministro Condori y conseguir un aire de gobernabilidad. Pero tampoco. Solo un desierto político que intenta disimularse quemando papel y evitando a sucesivos mensajeros. ¿Qué opinaría de esto el viejo Freud?

No sabemos cuál será el desenlace del impasse y deterioro políticos pero, quizá, tengamos más chances de que nos vaya algo mejor como país si los ciudadanos nos implicamos y acompañamos el proceso, vigilantes.