El voto preferencial convirtió esta campaña electoral en una disputa abierta de todos contra todos, donde la institucionalidad de los partidos políticos ay, siguió muriendo.  

Solo en Lima, más de 700 candidatos entraron en la lid electoral, plantaron sus carteles en bermas y parques y distribuyeron sus volantes por las calles de Lima, en competencia con miles de carteles sembrados en bermas y parques y con miles de miles de volantes. Cada candidato armó su gesta y su mensaje de campaña. El analista político Juan de la Puente anota: “Las pequeñas promesas han ganado y con ello la gesta individual: mi programa, mis compromisos, mi discurso, mis proyectos de ley, mi canción y mi deslinde; un mío mío mayor que en el pasado”.

Por su parte, Javier Torres, editor de política de La Mula, verificó que en los locales de Fuerza Popular y Acción Popular ubicados en el Paseo Colón no había comandos centrales de campaña. En esos locales nadie “daba razón”. La mayoría de partidos políticos cedían su marca y poco más. Así, salvo excepciones, los candidatos fueron por la libre, no pocos inflaron la oferta para captar votos con promesas que no podían honrar. Los hubo quienes incluso denostaron los idearios partidarios para levantar arengas populistas, xenófobas, a la pesca de votos.

Esta es la lógica de los partidos “Uber taxi”, donde la agrupación existe en el aplicativo virtual, y deja de contar. Los choferes se afilian a Uber para recoger clientes pero pueden también trabajar por la libre. Además, la migración de los taxistas a otro aplicativo no es infrecuente. En tanto, la compañía que da su nombre no se hace responsable por los daños y perjuicios que pudieran sufrir los pasajeros en una unidad. Uber, sostiene, solo es un aplicativo, y una marca.

Eran otros tiempos, cuando una llamaba al Satelital y conversaba con alguien y sabía que existía una compañía con domicilio fijo y que, en última instancia, se hacía solidariamente responsable del servicio de transporte que ofrecía.

La crisis de los partidos políticos tradicionales no es reciente. Pero hoy tienen la pinta de dinosaurios de la era Jurásica, en peligro de extinción. En su lugar, proliferan los partidos “independientes” o “movimientos regionales” que son, salvo excepciones, logos, cascarones para lanzar la candidatura de caudillos o personajes mediáticos. Otro sustituto que planta cara a esos partidos de viejo cuño es la organización de “base corporativa” (Levitsky): es la agrupación de quien pone el billete, las redes de clientelismo, la infraestructura, etc. El caso paradigmático es la Alianza para el Progreso (APP), que “pertenece” a César Acuña.

El voto preferencial nos coloca solo un peldaño más abajo en la vía hacia la pulverización de los partidos políticos.

Frepap y el etnocacerismo

La jornada electoral del 26 de enero ha visto un Nuevo Amanecer de agrupaciones de corte mesiánico. El Frepap y el etnocacerista Unión por el Perú (UPP) han rampado al segundo y tercer lugar, respectivamente en las preferencias electorales. Los israelistas del Nuevo Pacto Universal conforman una organización religiosa fundada en los años 80 por el “profeta” Ezequiel Ataucusi, que promueve el retorno a la vida comunitaria, en estricto apego a los Mandamientos de Dios. Vidas consagradas que se han visto, a pesar de todo, envueltas en denuncias de trata y abuso sexual de menores. En el terreno político, los israelitas han mostrado bastante pragmatismo y un programa de cierto progresismo social de viejo cuño, “si tuviéramos que compararlo, quizás lo más parecido al Frepap fue el Apra primigenio, cuando funcionaba en la década del treinta” (Carlos Ernesto Ráez). No es imposible imaginar a los Frepap votando a favor de ciertas reformas del Estado menos aquellas iniciativas de ley que atenden contra lo que consideran un “orden natural”, que es patriarcal: rechazarán como anatema una ley del aborto (aunque sea terapéutico), el matrimonio igualitario, la educación con enfoque de equidad de género y de respeto por la diversidad sexual (que denotan la presencia del Mal).

El etnocacerismo en tanto es, para muchos, una doctrina que defiende un “nacionalismo étnico”, que enarbola la causa de la “raza cobriza” que volverá a gobernar, sostiene, bajo un estado inspirado en principios incaicos y apoyándose en las Fuerzas Armadas, instalando un orden vertical y draconiano (que reinstaure la pena de muerte), desmarcado de las reglas de la democracia representativa.

El Frepap y los etnocaceristas no se han forjado en un lustro sino de mucho antes. Son organizaciones con un persistente trabajo de captación y de prédica que fue prendiendo en las calles, en los barrios, asentamientos humanos, comunidades de la selva y también en las aulas.

Los retos de los partidos políticos

El reto que tienen los partidos políticos que apuestan por un Estado laico y democrático es hoy todavía mayor. Esos partidos, con estructuras partidarias endebles, con la militancia precaria, exigua cuando no esporádica (más allá de las redes sociales) se enfrentan a agrupaciones cerradas como un solo puño (al menos en la imagen que proyectan al país). El Frepap y los etnocaceristas funcionan con una cadena de mando vertical y caudillista. Sus partidarios no se vinculan a un “foro” político democrático y ciudadano sino que conviven en una comunidad de fieles, a quienes se exige el acatamiento ciego y un trabajo de proselitismo activo.

No se puede decir que no “veíamos” la presencia de los Frepap y etnocaceristas. Las noticias de los últimos meses que llegaban del sur andino daban cuenta de la remontada de la figura de Antauro Humala y de sus reservistas. Particularmente en Puno.

Así las cosas, ¿es posible pensar en partidos políticos con base partidaria (algo más) sólida y democrática? Los partidos políticos tienen desafíos dentro y fuera del Congreso, para hacer política en la tarea de construir consensos que permitan enfrentar una ofensiva de fuerzas “redentoras” y autoritarias. Y también a la mafia organizada.

En este contexto, urge pasar la Ley de partidos políticos. Resulta fundamental consolidar y premiar el trabajo de la militancia y la formación de cuadros. Que se consagre, de una buena vez por todas, el principio de elecciones internas, que cierre el paso a la avalancha de “figuras” que migran con cada nueva elección, socavando cualquier estructura partidaria. Lo peor para la moral de un militante es una foto como la del domingo, en un local de Acción Popular: los que posan y declaran a la prensa no son los congresistas elegidos ni siquiera el presidente del partido (un “provinciano”) sino los mistis, todos hombres de poder.

Sería también aconsejable revisar el voto preferencial y la lógica de campaña que arrastra: candidatos que van por la libre, suscritos solo de forma nominal y provisional a un partido “Uber taxi”. Entre otros pendientes del próximo Congreso. 


(Foto: Andina)