El tejido social que es capital social suele ser el elemento central en este tipo de intervenciones. Incluso sobre el capital fijo (bienes materiales). El Plan Multisectorial ante las heladas y friaje 2019-2021 prevé cuatro “intervenciones aceleradoras”, vale decir, con capacidad de “acumular” cambios en la vida de la gente: “casitas calientes” (MIDIS, Vivienda), colegios mejoradas, cobertizos para los animales y pastos cultivados/ manejo de praderas. El Plan que empieza a ser multianual (¡bien!), plantea focalizar su ayuda a los centros poblados antes que a las capitales de los distritos (¡muy bien!), afinando la puntería de la atención, para que llegue a quienes realmente lo necesitan.  

Sucede, sin embargo, que el Plan se implementará con las habituales restricciones en el presupuesto público. Incluso, después de la partida suplementaria de más de 200 millones de soles, aprobada en el mes de marzo (D.S. No. 072-2019 EF) para enfrentar las heladas y friaje, los montos se quedan chicos: para atender a los más de 50,000 centros poblados de muy alto riesgo (Prioridad 1) y cubrir sus brechas de vivienda calientes, cobertizos, etc. , el presupuesto para la ejecución del Plan debería multiplicarse por 2.5 en el 2020 y 2021, circunstancia que es por decir lo menos incierta. Así, el financiamiento del Plan está sujeto a la “capacidad de ejecución del presupuesto”. Caeteris paribus.

Incluso, bajo este escenario optimista, más de 130,000 centros poblados que se encuentran en alto riesgo (Prioridad 2) no serían atendidos en el trienio.

¿No hay otras formas de intervenir optimizando el gasto y con instrumentos más finos que permitan identificar a las personas más vulnerables en cada comunidad? Antes de responder, vale la pena detenerse en otra circunstancia llamativa del Plan: se soslayan las intervenciones “inmateriales”, los sectores del Estado siguen manejando la lógica del “producto” concreto y metas físicas de “entrega”, cuando el enfoque del presupuesto por resultados lo que busca es producir “cambios” en la vida de las personas como indicador predominante. Se soslaya así el trabajo con la comunidad donde se quiere intervenir. 

El Estado pretende “afinar” la puntería de su intervención a los centros poblados de menos de 2,000 personas pero no ajusta sus instrumentos de intervención. Es como querer remover una catarata en el ojo con una ganzúa para el descerraje de puertas. En este Plan multisectorial apenas se alude a los gobiernos regionales y locales y solo para complementar la intervención del gobierno central. No se abordan las necesarias acciones sinérgicas.

Sin acercarse a la gente de cada localidad, sin ese tejido social ¿cómo identificar necesidades? Son las obstetras, las enfermeras, los y las agentes comunitarios los que identifican a la población vulnerable en cada centro poblado, las madres solteras, los y las ancianos que viven solos, porque sus hijos han migrado a las ciudades, etc. Un enfoque de género permitiría trabajar con las mujeres, que son las que mantienen las prácticas de cuidado.

La experiencia exitosa de combate de la anemia en Arequipa da cuenta de la importancia estratégica de trabajar con ese “tejido social”: con las enfermeras, las mamás cuidadoras, agentes comunitarias y otros y otras. En Arequipa, durante la gestión de Yamila Osorio, se bajó en dos años la tasa de anemia en 10%. Este modelo de intervención social recibió el reconocimiento del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.

Por cierto, el Plan Multisectorial, si bien considera las campañas de vacunación contra la influenza y el neumococo en niños, niñas y adultos mayores a cargo del MINSA, como Prioridad 2 de su intervención, no incorpora la reducción de la anemia. Aquí el Plan parece encerrado en la lógica de “distribución” de productos materiales antes que un proceso minucioso y acumulativo en el entramado social, como es el caso del programa de combate de la anemia.

La anemia es fundamental para prevenir las muertes por neumonía en tiempos de heladas y friaje. En sentido estricto, los niños, niñas y adultos mayores no mueren “de frío” sino por falta de atención médica oportuna y porque los organismos enfermos no producen células de defensa ni anticuerpos. Es decir, que la incidencia de muertes en las heladas y friaje es en niños, niñas y adultos mayores con altas tasas de desnutrición y anemia.

En definitiva, para entrar en centros poblados hay que llegar, saludar y sentarse a conversar con la gente. El tejido social, ese capital social, permitiría al Estado conocer a los vecinos, casa por casa. Y, asimismo, identificar a las personas más vulnerables de la comunidad. Ahí es donde la atención debe llegar con premura y oportunidad.


(Fotos: Andina)